Está llegando el día del cumpleaños de mi hijo. Atrás se escuchan gritos desesperados: es mi cartera que me cuestiona si vale la pena celebrar a mi pequeño, cuando apenas tiene 4 años y “no estamos para gastar”. Después hay un mutis y yo descanso. Pero la cartera contraataca a las 3 de la mañana del lunes (¿por qué a esta hora? ¿por qué entre semana?) y me reclama ”al cabo ni se va a acordar”…”solo imagina a miles de niños juntos gritando, llorando, saltando, corriendo alrededor tuyo durante 4 horas seguidas… peor que tortura china”
Yo reflexiono y platico con mi esposa sobre el asunto en la mañana, con café de por medio, antes de que el caos de ir al kínder y llegar al trabajo nos meta en su remolino diario. Pensamos y decidimos sí celebrar a nuestro hijo. No habrá tanto presupuesto pero eso no es lo más importante. A fin de cuentas si bien se trata de un evento social, su trasfondo es lo que más importa: festejar la VIDA (así con mayúscula).
Nuestro hijo llegó y nos cambió para siempre a mi esposa y a mí en muchos aspectos y por eso, porque ya es parte de nuestra familia, debemos agradecerle y conmemorar ese momento que nos hizo papás por primera vez.
Pero también el cumpleaños debemos leerlo como una celebración del triunfo de nuestro pequeño gran chamaco/a sobre la muerte, no solo la física, de hacerle ver que está vivo y que puede vivir aún más, perdón VIVIR, VIVIR, VIVIR (CON MAYÚSCULA).
Conmemorar el cumpleaños es un mensaje muy potente con respecto a la esperanza, a que estamos y seguimos aquí, rodeados de las personas más importantes de nuestra existencia (o así debería de ser) y a que las posibilidades, pequeñas y grandes de ser feliz también siguen existiendo.
La memoria debe de nutrirse de momentos felices y el conmemorar un año más de vida es una gran oportunidad para nutrir el alma de nuestros hijos y que valorarán después.
Así que a festejar y a enviarme su invitación para la piñata ya que aquí siempre estaré disponible para recoger aguinaldos y dulces.
Pd. No me gusta el pastel Tres Leches, así que mejor traten de hacerlo de chocolate con más chocolate.
EL PEOR PAPÁ DEL MUNDO.
Por Jon Voight, el papá de Angelina Jolie.
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